Cambio climático

Hace unos días, en una conferencia sobre riego, el agrónomo David López Lluch dijo a los regantes que eran “luchadores contra la desertificación”. Esta inyección de estímulo les hizo darse cuenta de que no son simples nuevos negociantes, sino que juegan un papel asegurador en la sociedad. Sin embargo, semeja que la agricultura, la ganadería y la silvicultura son los enemigos a vencer en la actualidad. Además de asumir la compromiso de mantener sus actividades y su papel comercial en un contexto internacional donde frecuentemente compiten en condiciones adversas, sus actores tienen que quejarse de que son la causa de varios problemas ambientales.

El margen de mejora es notable, pero conviene apuntar que las únicas armas que tenemos hoy para batallar el cambio climático son exactamente la agricultura y la silvicultura. Lo que de alguna forma se puede culpar a los “soldados” que saben cómo lidiar con ellos no semeja ser la idea más clara para ganar la guerra.

El problema es complejo y la guerra debe ser larga, pero quién liderará el partido solo va a llevar 4 años. Además, se no tiene medios profesionales para medir, planear, elegir, optimizar, llevar a cabo y mantener medidas efectivas y eficaces contra el cambio climático. Y esto se origina por falta de presupuesto, desconocimiento o intención expresa.

Avanzaremos sin rumbo y sin estrategia, y dejaremos que desaparezca el único campo que puede socorrer: el agrícola.

Esta falta de un propósito común es una pérdida de tiempo y recursos en la lucha contra el cambio climático que sufrimos. Frente a la urgencia, optó por atacar la actividad de los actores más enclenques improvisando medidas no calibradas. En última instancia, hacen sacrificios para apaciguar la furia de los dioses, que exigen resoluciones para el calentamiento global de las ciudades, desconectadas del mundo agrícola.

De esta forma, avanzamos sin rumbo y sin estrategia, renunciando al único sector que puede socorrer. El único que actualmente tiene la aptitud de compensar, es decir, volver a poner el CO2 emitido, y el único que tiene la aptitud de amoldarse para seguir desarrollando su función popular – alimentarnos, ni mucho más, ni menos – y el medio ambiente.

Por ello, los debates sobre las ocupaciones agrarias en el campo cartagenero, el riego del Altiplano o la eliminación del trasvase Tajo-Segura, por nombrar varios de los mucho más recientes, son estériles y no se estudian, caracterizan, examinan, acordado y aprobado por una red social científica y técnica independiente que presenta las complejas realidades y las elecciones ejecutables para poder seleccionar lo destacado a nivel local y global. Pues pensar y planear son los menos contaminantes.

La Región de Murcia puede ser la tumba de millones de toneladas de CO2 por sus actividades agrícolas y forestales, pero para que eso ocurra, la actividad debe existir.

Perdóname si te revelo que tu desaparición va acompañada de la desertificación y la liberación de CO2 almacenado, no que la imagen rural de una jungla crezca fuera de nuestra casa.

Para enfrentar la guerra: respeto, reconocimiento, visión, conocimiento, proyecto y elementos.

Fuente La Verdad de Murcia

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