Las previsiones de cambio climático apuntan a un incremento paulatino de la intensidad y continuidad de los días cálidos cada un año acompañados de largos periodos de sequía, que tienen un encontronazo directo y negativo en la producción agrícola. Este incremento de la temperatura de forma anual se acompaña de un aumento de los acontecimientos de precipitación rebosantes y enormemente localizados (el conocido hoy en día Rabia DANA). Juntos, estos componentes ambientales fomentan la propagación de plagas y la aparición de plagas nuevas y mucho más resistentes, lo que provoca que la producción de alimentos para una población mundial en desarrollo sea entre los mayores retos que combaten los científicos y los trabajadores agrícolas.
La agricultura mundial debe agradar las necesidades nutricionales de la población, la producción de fibra y la demanda de alimentos para animales en las próximas décadas, todo en un clima en incesante cambio. Además, debería contribuir a achicar los efectos que tiene sobre el ecosistema. El uso irresponsable de fertilizantes y pesticidas, tal como la industrialización del campo agrícola y la deforestación que viene con el incremento de las tierras agrícolas, lo transforman en un actor mucho más en el cambio climático. Comprender las variantes genéticas entre variedades es parte fundamental del difícil camino para hallar plantas que generen mucho más y que respeten mejor el medioambiente. Es también en la comprensión de los mecanismos comprometidos en el desarrollo de la tolerancia a entornos hostiles, a través de los que las plantas interactúan con el medio, patógenos y polinizadores, sosteniendo un desarrollo ideal, uso eficiente del agua y nutrientes y su “idoneidad”.
Idealmente, las nuevas variedades deberían tener composiciones genéticas que asistan a limitar las pérdidas ocasionadas por distintos causantes ambientales. Un propósito esencial ha de ser acrecentar la eficacia de la fotosíntesis, el agua y los nutrientes, así como la interacción entre las raíces de las plantas y los microorganismos del suelo, lo que va a conducir a una mayor absorción de nutrientes y un menor uso de fertilizantes y pesticidas, progresando la salud y la sostenibilidad. El fondo.
Por consiguiente, es requisito trabajar duro para entender algunos componentes que son críticos para la producción final de un cultivo en condiciones poco a poco más violentas, como la arquitectura de las inflorescencias y su fertilidad, producción de biomasa, eficacia fotosintética, movimiento y consistencia estomática. y compartimentación de nutrientes y fotoasimilados, regulación de la senescencia, arquitectura radicular y su dinámica de crecimiento, eficacia en la adquisición de agua y nutrientes y también interacción de la raíz con microorganismos del suelo, entre otros.
Todo ello hace indispensable una colaboración más activa y próxima entre los diferentes campos científicos de todo el planeta, desde los ecologistas a los bioquímicos, fisiólogos y potenciadores genéticos, y desde la biología evolutiva a la bioquímica, la biología molecular y la conservación de especies. tácticas. Algunos de nosotros nos encontramos trabajando en esto, pero aún queda un largo camino por recorrer y el “clima meteorológico” sigue.